23/6/08

El Pabellón de Japón en la Muestra propone aprender de la sabiduría y de la tecnología del pasado

La ciudad de Tokio ya superaba el millón de habitantes hace 200, cuando era llamada Edo. A pesar de ser una gran ciudad, el río que la atravesaba era potable en todos sus tramos, hasta la desembocadura. Esto era así por la buena gestión de los recursos y de los residuos que realizaban sus habitantes y que tenía como resultado la generación muy reducida de residuos.

Así, el agua de los baños se reutilizaba para la limpieza o para el refresco de las calles, o el papel se reciclaba dándole diferentes usos, incluso como material de confección. Ningún residuo era depositado en los acuíferos, las defecaciones humanas se recogían y eran trasladadas hasta las zonas agrícolas donde servían de fertilizante.

Por otra parte, las obras hidráulicas que desarrollaron los japoneses de principios del siglo XIX, ya concebían los ríos como sistemas que no se pueden intentar someter, sino que hay que aprender sus ciclos y actuar de forma respetuosa. Así, en un país que se caracteriza por las grandes inundaciones, los ingenieros de esta época idearon el sistema de diques discontinuos que era capaz de resistir las grandes acometidas de las crecidas de los ríos, dejando pasar parte de esta agua.
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