9/11/08

La Alameda de Antonio Garrido

Cánovas del Castillo fue el promotor de crear el Parque de la Alameda. Quizás algunos no saben que en ese espacio que se ganó al mar, se iban a edificar casas y que este político, no lo permitió y, en su lugar, regaló a su ciudad natal, un ámbito bello y grato.

El Parque con el discurrir del tiempo se ha convertido en un referente de la ciudad y uno de elementos más importantes de su patrimonio cultural y botánico.Es necesario destacar que nos encontramos con el parque público más rico en flora exótica de Europa, lo que nos obliga a cuidarlo y protegerlo aún más si cabe.


El Parque forma una unidad. Entiendo el Parque como tradicionalmente se ha hecho y con sus límites establecidos desde 1896.

El Parque y la Alameda forman un eje singular en el centro de Málaga y hay que interpretarlo desde la perspectiva del medio ambiente y también desde la óptica de la historia local, la de los grandes acontecimientos, la de las referencias literarias en el costumbrismo, en la literatura de viajes y, lo más importante, en la realidad cotidiana, en el imaginario colectivo, en la intrahistoria de cada uno.

El Parque es un magnífico espacio urbanizado, se le define como un paseo con jardines a los lados; se trata de un espacio ordenado, controlado por la mano humana que le lleva la contraria al orden natural, civilizado es la palabra.

En el Parque encontramos espacios independientes con atmósferas propias y diferentes las unas de las otras como hechas para que las visitemos según los estados de ánimo.

Junto a la riqueza natural también encontramos riqueza patrimonial. El Parque se amuebla con esculturas y fuentes. La primeras dedicadas a los próceres de verdad o a los que la coyuntura les fue favorable para quedar inmortalizados en bronce o mármol y que las palomas les recuerden que nadie debe creerse más que nadie. Las segundas, las fuentes, son delicados remansos. No faltan tampoco los tipos malagueños con un claro valor costumbrista.

Sin exageración, es un placer, sentarse en alguna de estas glorietas o en un banco, a la sombra de un buen ejemplar que llegó de allende el océano; preferentemente con un libro y dejar pasar el tiempo en los muchos días deliciosos del otoño de la ciudad nombrada del Paraíso. El verbo es divagar, el Parque es el lugar perfecto para esta actividad a la que Romero Murube dedicó páginas inolvidables. En el Parque el zigzagueo de la mente puede llegar a ser un arte.

Una de las características básicas de su personalidad es que es un parque abierto, así lo ha sido siempre desde que se creó. Imaginemos, las rejas más bellas, al estilo de las de la plaza de Nancy, mejor imposible, cerrando los jardines. La distancia entre el paseo central y las calles limítrofes, el espacio botánico para entendernos, es muy pequeña y estéticamente quedaría un rectángulo en el que primarían las propias verjas. Un argumento de peso, el maravilloso Central Park de Nueva York no tiene rejas.

Creo que enseñar y difundir lo que nuestro Parque representa puede ayudar, la vigilancia también. No son los malagueños de hoy peores que los de hace décadas cuando el nivel cultural era muy bajo. No soy partidario de cerrar nada y desde luego tampoco el Parque.

Poseemos un museo botánico, un verdadero locus amoenus en el que la presencia de los niños que montan a Platero, el paseo festivo y demorado, el amor de las parejas, humanizan más si cabe su atmósfera mágica que va desde Rueda a Rubén en uno de sus paseos, poesía al principio y al final que exige libertad de paso.

La última restauración ha confirmado este principio de espacio abierto cuando recuperó su esplendor pasado. Siga así y cada uno lo sienta y lo sueñe a su manera.
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