4/2/09

Burle Marx, arquitecto paisajista brasileño

Brasil está repleto de selvas, bosques y todo tipo de plantas, flores y árboles exóticos. Pero hasta que apareció el arquitecto paisajista brasileño Roberto Burle Marx para domar y dar forma a la exuberante flora de su país, sus conciudadanos habían desdeñado en gran medida la riqueza natural que, a menudo literalmente, florecía en sus patrios traseros.

"Burle Marx creó el diseño de paisaje tropical como lo conocemos hoy en día, pero al hacerlo también hizo algo incluso más grandioso", dijo Lauro Cavalcanti, el curador de una exhibición dedicada a la obra de Burle Marx que está abierta hasta marzo en el museo Paco Imperial aquí. "Al organizar las plantas nativas de acuerdo con los principios estéticos de la vanguardia artística, especialmente el cubismo y el abstraccionismo, creó una gramática nueva y moderna para el diseño de paisajes internacional".

Burle Marx nació en 1909, y para marcar ese centenario el museo se prepara para exhibir su creatividad en toda su extensión. (La exhibición se montará posteriormente en Sao Paulo.) Además de modelos a escala y dibujos de sus proyectos de diseño de paisajes más célebres, la exhibición incluye casi 100 de sus pinturas, así como dibujos, esculturas, tapices, joyería y escenarios y trajes que diseñó para producciones teatrales. El objetivo es mostrar cómo su obra en un campo se mezcló con su trabajo en los otros.

"Era verdaderamente polifacético", dijo William Howard Adams, el curador en jefe de la exhibición de Burle Marx presentada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1991. "Pero lo que realmente destaca de él es que consideraba el diseño de paisajes como un arte igual a la arquitectura, no un telón de fondo o decoración, y lo elevó a ese nivel".

Por su parte, Burle Marx siempre se consideró primero que todo un pintor, lo cual explica la abundancia de lienzos en la exhibición. El diseño de paisajes, escribió alguna vez, "fue meramente un método que encontré para organizar y componer mis dibujos y pinturas, usando materiales menos convencionales".

Fue mientras estudiaba pintura en Alemania durante la República de Weimar, como lo diría posteriormente, que Burle Marx se dio cuenta de que la vegetación que los brasileños entonces descartaban como matorrales y arbustos, prefiriendo importar pinos y gladiolos para sus jardines, era verdaderamente extraordinaria. Al visitar el Jardín Botánico en Berlín, se asombró al encontrar muchas plantas brasileñas en la colección y rápidamente llegó a ver el potencial artístico sin explotar en sus formas, tamaños y matices variados.

"La forma en que sintetizó el arte y la horticultura en el diseño tridimensional es realmente bastante excepcional", dijo Mirka Benes, historiadora paisajista que imparte clases en la Universidad de Texas en Austin. "Verdaderamente tenía el ojo de un pintor, lo cual se puede percibir en su soberbio sentido del color y la forma, y comprendía los principios del modernismo y el dadaísmo, habiendo conocido y estudiado claramente la obra de personas como Hans Arp".

Como Arp, Burle Marx era de ascendencia alemana de parte de su padre y francesa por parte de su madre. Nació en Sao Paulo, pero se mudó a corta edad a Río de Janeiro, donde uno de sus vecinos era el arquitecto modernista Lucio Costa, el futuro diseñador de Brasilia, que comisionó a Burle Marx sus primeros trabajos.

Aunque Burle Marx intervino en el diseño de algunas partes de Brasilia, incluidos sus jardines colgantes, es especialmente conocido entre los brasileños por sus muchos proyectos ambiciosos aquí en Río. "El rostro de esta ciudad lleva su huella", dijo Cavalcanti.

El parque más grande de Río, el Aterro do Flamengo al lado de la bahía, construido en terreno reclamado al mar justo al sudoeste del centro, es un primer ejemplo de los proyectos característicos de Burle Marx. Pero por simple alcance, nada supera a las aceras de Copacabana, con coloridos mosaicos de piedra abstractos que se extienden sin interrupción a todo lo largo de esa playa. Desde los pisos superiores de los edificios que flanquean la Avenida Atlántica, Burle Marx parece haber pintado un solo lienzo de cinco kilómetrosd e largo.

"Aunque disfrutaba de diseñar jardines para sus amigos, lo que le daba más satisfacción era trabajar con espacios públicos", dijo Haruyoshi Ono, un arquitecto paisajista brasileño que empezó a trabajar con él en 1965 y hoy dirige la compañía paisajista que Burle Marx fundó en los años 50. "Acostumbraba decir que entre más grande y más abierto fuera un proyecto, más le gustaba, porque podía ser disfrutado por todos los estratos sociales".

El esfuerzo más elaborado de Burle Marx, y el que más tiempo consumió, sin embargo, quizá haya sido una propiedad abandonada que él compró en las afueras de la ciudad en 1948 y se convirtió en su hogar, estudio y complejo jardinero. Ahora un atractivo nacional característico y turístico con más de 3,500 especies de plantas, funcionó como su taller, laboratorio y oficina hasta su muerte en 1994.

En la cúspide de su carrera, Burle Marx fue altamente estimado entre sus colegas en Estados Unidos. En 1965, el Instituto Estadounidense de Arquitectura le otorgó su premio de bellas artes, diciendo que era "el verdadero creador del jardín moderno".

Pero a menos que viajaran al trópico, los jardineros estadounidenses tenían poca oportunidad de exponerse directamente a su obra. Aunque diseñó algunos jardines en climas templados, notablemente para edificios de Naciones Unidas en Francia y Austria, "ciertamente no se tiene un jardín de Burle Marx en Wisconsin o Vancouver", dijo Benes, "a menos que uno traduzca sus ideas a sistemas botánicos locales, lo cual parece fácil en papel pero no lo es".

En Estados Unidos, el más antiguo proyecto conocido de Burle Marx fue la casa Burton Tremaine en Santa Barbara, California, comisionado en 1948. También diseñó jardines para el Hilton Hotel en San Juan, Puerto Rico, y la sede de la Organización de Estados Americanos en Washington, y fue contratado para remodelar el Boulevard Bicayne en Miami.

En la última década ha surgido como "algo así como un héroe" para una nueva generación de arquitectos paisajistas estadounidenses, dijo Karen Van Lengen, decana de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Virginia. Es admirado no sólo por sus formidables habilidades técnicas como artista, dijo, sino también por su atención en el lado científico del paisajismo y la atención que puso en las comunidades botánicas y su relación con el medio ambiente.

Burle Marx fue tanto un botánico como un arquitecto paisajista, aunque en gran medida autodidacta. Más de 50 especies de plantas han sido bautizadas con su nombre, y fue uno de los principales expertos del mundo en bromeliáceas, la familia botánica a la que pertenece la piña. Incluso a avanzada edad, viajaba al Amazonas y al sureste de Asia para buscar plantas inusuales y atractivas que pudiera cultivar en el jardín de su casa y luego usar en nuevos proyectos.

"Burle Marx fue profético en su veneración a las plantas y su dominio de todo el cultivo, por su capacidad para ver el jardín como un experimento estético y también como parte de la ecología", dijo Van Lengen. "Ese es el desafío para los arquitectos paisajistas de hoy, unir esas energías.

"Burle Marx ya estaba haciendo eso antes de que la mayoría de las personas siquiera pensarane n ello, así que realmente destaca", añadió.
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