14/4/10

La Axarquía, paisaje convertido en recurso,

Este artículo de Gómez Moreno, propone una reflexión sobre la aportación de la Geografía al desarrollo del «Convenio Europeo del Paisaje» basada en las siguientes premisas:
1. Contraposición entre la «perspectiva unificada de la Geografía» y la desarrollada por los estudios aplicados de paisaje (estudios de impacto ambiental y ordenación del territorio), interpretadas como resultado de diferentes demandas sociales y centrando el
análisis en los conceptos de identidad y diversidad.
2. A plicación de esta contraposición a la montaña mediterránea litoral, un territorio en el
que las huellas paisajísticas de un sistema productivo obsoleto se convierten en uno de
los principales factores de dinamización económica del mismo, generándose una serie
de conflictos en la gestión y ordenación del territorio.
3. R ecoger algunas «buenas prácticas» o iniciativas que muestran la viabilidad de la perspectiva unificada de la Geografía como instrumento para el cumplimiento del Convenio europeo del paisaje.

La Axarquía con una configuración física típicamente mediterránea, que acerca la
montaña al mar, el tramo litoral de la Axarquía se corresponde con el sector oriental de
la Costa del Sol (Málaga, Andalucía, España). La evolución experimentada a lo largo del
último medio siglo (1950-2006) pone de manifiesto la sustitución de la organización del
territorio, propia de una comarca agraria tradicional, donde los usos del llano y la montaña
eran articulados por un poblamiento de pequeños núcleos regidos por una cabecera
urbana comarcal, por otra determinada por la inserción funcional en la conurbación de
la Costa del Sol.

Esta modificación va ligada a la progresiva conversión de este espacio
agrario en otro donde la difusión de los nuevos usos turísticos y el abandono desigual
de la agricultura de vertiente conviven con la adopción irregular de las nuevas técnicas
agrícolas ligadas a los productos extratempranos y subtropicales. Estos cambios responden
a procesos comunes al litoral mediterráneo, tanto europeo como africano, siendo su
cronología el factor que los alinea en una u otra ribera de nuestro mar casi interior.

La situación de partida constata la inserción de la Axarquía en una precoz
economía capitalista comercial (sistema de trata), que, desde el s. XIV , la vincula con
el Norte de Europa a través de la exportación de frutos secos y vinos generosos. La
inadecuada inserción del espacio económico andaluz en el capitalismo industrial dictó
el atraso de esta zona, agravado por una extraordinaria carga demográfica heredada de
la anterior fase (108 hab./km2). En 1950 la organización social de la Axarquía estaba
esclerotizada por las huellas de este capitalismo comercial. Si bien el minifundismo
generalizado configuraba un grupo social muy homogéneo en su difusión espacial,
el fácil acceso a la propiedad no llevó aparejado un paralelo acceso al control de la
plusvalía de la actividad agrícola. El control de la crianza y comercio del mosto y de
la manipulación de los frutos secos previa a su exportación por la oligarquía comercial
malagueña estaba ligado a la práctica del sistema de trata, mermando cada vezmás la autonomía de los campesinos a través de los préstamos adelantados que, no pocas veces, acababan en hipotecas sobre las tierras.

La estrecha vinculación entre uso agrícola y red de asentamientos (con una compleja red de poblamiento concentrado, disperso e intercalar) y la diversidad de los usos y cultivos en relación con el reducido tamaño de explotación, la diversidad fisiográfica, climática y de disponibilidad de agua para regadío, son las bases de ese paisaje. Retengamos las ideas de diversidad y de los factores que la generan.

Esta situación de partida se va ver profundamente modificada. Dos fases se pueden
reconocer a este respecto. La primera, 1958-1970, marcada por la inserción de Andalucía
en el capitalismo industrial a través de las manifestaciones del Desarrollismo, y
que supone para el área de estudio la ruptura de la organización agraria que vinculaba
los distintos componentes fisiográficos en el espacio comarcal. Las dos décadas que
separan esta fecha de 1970 conocen movimientos contrapuestos: fortísimos procesos
emigratorios, que diezman la población del interior, frente a las primeras manifestaciones
del turismo de sol y playa, concentrado, por razones obvias, en sus municipios
litorales; el abandono progresivo de los cultivos de vertiente, tanto en secano como en
regadío, que fosiliza el paisaje precedente, y la progresiva sustitución de la caña de
azúcar en la costa por los usos urbano-turísticos y la aparición de los cultivos forzados.

Pero frente a la práctica eliminación de la actividad agrícola bajo el avance de la
turística que, como decíamos, conoce la Costa del Sol Occidental, y el extraordinario
avance de los cultivos forzados en el Poniente Almeriense, el rasgo que identifica al
territorio de la Axarquía es la coexistencia de ambas actividades, y, especialmente,
que la emigración no supone desarraigo por cuanto la mayor parte de los emigrantes
conservan la propiedad de la tierra. La segunda, 1970-2006, en la que los cambios
son mucho más intensos al responder a un conjunto de fuerzas más complejo. Estos
factores de cambio son:

– La difusión de los cultivos forzados y subtropicales, protagonizado por agentes
locales que ponen en valor diferentes recursos humanos: su saber hacer tradicional
y sus capitales y espíritu innovador adquiridos en su período de emigración. Se
vio facilitada por los efectos del segundo de los factores de cambio:

– Los efectos del ingreso de España en la Unión Europea (1986) y de las políticas
regionales practicadas por la nueva administración regional española
(Estado de las Autonomías), entre los que se cuenta: las políticas agrarias;
la multiplicación de infraestructuras, contando con la financiación europea
(fondos FEDER ), con dos componentes: viarias y de suministro de agua; y,
por supuesto, la configuración de un contexto institucional que facilita la yaenunciada conversión del litoral y su traspaís en campo abonado para una urbanización
difusa favorecida y facilitada por una tradición de hábitat disperso
y minifundismo.

Como resultado de estos factores, la situación de 2007 revela la inserción del
espacio axarqueño entre los espacios dinámicos (desde el punto de vista demográfico)
europeos (ESPON ). Se trata, pues, de un espacio significativo de las nuevas funciones
que el litoral mediterráneo, en su conjunto, ha adquirido en estos años. Una vez más
el Mediterráneo, esta vez a través de la «inmigración climática», traba sus redes con
la Europa del Norte, cuyos habitantes convierten el territorio en recurso: paisaje, accesibilidad mediante nuevas infraestructuras viarias, son los factores que atraen una
población que reconstruye e intensifica el antiguo hábitat del interior, con el beneplácito
de sus habitantes originarios, que, gracias a la fragmentación de la propiedad,
pueden vender parte de la explotación y conservar otras parcelas, donde ellos también
reconstruyen como segunda residencia, el hábitat disperso.

Pero la situación dista mucho de ser lo idílica que estos nuevos habitantes identifican.
Muchas amenazas gravitan sobre este nuevo espacio mediterráneo (GALA CHO,
B. Y LU QUE , 2008).

– El consenso social en todas las dimensiones (institucional-agentes-autóctonos y
alóctonos) sobre la validez del modelo de residencia difusa, no va acompañado de
una planificación eficaz. Así pues, un primer conflicto radica en las consecuencias
de la ineficacia en la gestión del planeamiento urbano, ya que la conservación de
los usos agrarios que proporcionan los valores paisajísticos y culturales peligran
con cada revisión de planeamiento. No hay un patrón de asignación de usos que
arbitre la compatibilidad espacial de los usos agrarios y urbanos.
– U n segundo conflicto radica en la insostenibilidad de las prácticas de uso del
territorio que la urbanización difusa lleva aparejada, a las críticas formuladas
de forma global a la urbanización dispersa (PRE CEDO , A. 2004), hay que
unir en este caso concreto los consumos de agua se disparan, las necesidades
de saneamiento mal solventadas contaminan los escasos y episódicos curso
superficiales y acaban en el mar; los desplazamientos diarios o de varios días
a la semana entre las zonas de residencia y las de trabajo y ocio colapsan las
autovías en horas punta y alimentan el efecto invernadero.
aa
– El tercer conflicto estriba en la relación entre las siguientes dimensiones de
las prácticas agrícolas: sostenibilidad, valores estéticos, rentabilidad y políticas
agrícolas de la Unión Europea. Los paisajes más valorados corresponden a
cultivos no rentables y ligados a procesos erosivos, mientras que parte de los
usos más rentables los invernaderos) son rechazados en su dimensión paisajística
(ver más adelante imágenes 2, 3 y 4).

En conclusión, la relación entre planificación urbanística y conservación del paisaje
es una de las claves de la gestión de este territorio, tanto física como económica.
¿Qué vías de análisis y actuación aportarían cada una de las perspectivas metodológicas enunciadas en la introducción para una planificación de acuerdo con el Convenio
Europeo del Paisaje?...
Vía>>

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